viernes, 22 de enero de 2016

La ultimísima entrada.

Es difícil dejar marchar aquello que quieres.
Hoy termina el capítulo más largo de mi vida. El tuyo, el nuestro, el de aquellos dos tontos que una vez se pensaron que las cosas iban a terminar de otra manera. Y joder, ya era hora.
He borrado todo lo que duele y me mudo con muy poco equipaje. Dejo atrás los mejores peores años de mi vida, las cartas sin destinatario y todas las lágrimas que he dejado por escrito.
Prometo seguir escribiendo. No a ti, por supuesto.
Gracias por todo.
Gracias por nada.
Me voy a mi nuevo hogar.
Adiós.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Al que intenta salvarme.

Al que intenta salvarme:
gracias, pero no hace falta.
No te he pedido que libres mis batallas por mí,
soy yo la que terminará esta guerra,
tanto de pie como de cara al suelo.
No necesito que vengas a rescatarme
en tu caballo blanco.
El par de alas que llevo a la espalda
me lo gané después de volver tres veces de entre los muertos.
No me defiendas, no vivas por mí,
no me protejas.
No quiero que sientas lástima por mí,
que me lamas las heridas.
Me he caído tantas veces
que mi cuerpo está hecho de cicatrices,
pero me gustan.
Si te hacen sentir incómodo,
ya sabes dónde está la salida.

Al que intenta salvarme:
Si vas a quedarte, no te quedes para arreglarme.
Quédate sin más.
Si vas a irte, vete.
No lo hagas 'por mi bien', 'para no hacerme daño'.
Ni soy un juguete roto,
ni la excusa perfecta para un cobarde.

lunes, 5 de octubre de 2015

Que le jodan.

Estar con él es saber que todo está perdido,
que los personajes de Casablanca tenían razón:
El mundo se está derrumbando
y nosotros, escondidos,
lo hacemos tambalear un poco más
sin que la palabra 'amor' salga de nuestra boca.

Estar con él es mandarlo todo a la mierda,
-la razón, los modales, la coherencia, el deber-
y acabar rindiéndome al instinto más primario,
bailando fundidos en el plano horizontal.

Estar con él es olvidar quién soy, qué quiero,
y que, francamente, me importe un bledo
si esto es una utopía, un desliz o un acto de desesperación.

Estar con él es censurar la censura,
temblar sin frío y con ganas de arañar,
ser madonna y concubina,
ganar partidos sin necesidad de tiempo de descuento.

En definitiva:
Que le jodan al amor,
esto es mil veces mejor.



viernes, 20 de marzo de 2015

La chica.

La chica de los guantes azules
siempre llevaba las gafas puestas.
Tenía miedo de que,
por culpa de su miopía,
no pudiera reconocer al amor de su vida
cruzando la calle.

La chica de los guantes azules
se disfrazaba de parisina en invierno.
Se imaginaba que,
por llevar su boina favorita
y un pañuelo anudado al cuello,
su vida se iba a teñir de color rosa,
-como en aquella canción que apenas entendía.-

La chica de los guantes azules
pensaba que el arte tenía forma de beso.
Por eso, besaba a pintores y poetas,
sin saber que, al final,
lo que terminarían siendo sería muy buenos actores.

La chica de los guantes azules
se pasaba todo el verano tumbada en el césped.
Miraba hacia arriba y cantaba susurrando
que el cielo era infinito para aquel pájaro entre rejas,
aun sabiendo que tenía miedo a las alturas,
y a volar sola.
La chica de los guantes azules
un día de septiembre hizo las maletas
y se fue.
Cuando volví a saber de ella,
llevaba los labios pintados de rojo
y las manos desnudas.
De sus famosos guantes ya no quedaba nada.

Ahora,
la chica de los labios rojo cereza
sabe que es mucho más
que lo que escriben estos dedos,
que lo que cuenta esta voz.
La chica de los labios rojo cereza
sabe que vale más
que un cuadro, que un par de poemas.
Ella se siente como una obra de arte,
y por fin, después de tantos años,
se ha dado cuenta de que

no necesita que nadie la bese para poder serlo.

domingo, 1 de febrero de 2015

Mi última voluntad.

Me gustaría que supieras que estoy bien.
Decirte adiós fue lo más duro que he hecho en mi vida,
pero aun así, los dos sabemos que fue lo mejor.
Me gustaría que supieras que estoy bien,
que desde que lo hice, no he vuelto a llorar por ti.
Cada una de las lágrimas que he derramado después de ese día
las he derramado por mí.
Ha sido difícil aceptar que ése era nuestro punto final,
pero más difícil ha sido aceptar que ése debe ser mi punto de partida.
Ahora me toca emprender el camino más duro de todos,
el de quererme sin esperar que tú lo hagas por los dos.
Te dije que no oirías de mí en un tiempo,
pero no puedo evitar querer pedirte, si me lo permites, un favor.
Cuídate. Cuídate mucho.
Hazlo por mí.
No creo que vuelva a escribirte,
así que supongo que ésta es mi última voluntad,
Gracias por haber compartido este trocito de camino conmigo.
Quererte ha sido un amargo placer y una dulce tortura.

domingo, 4 de enero de 2015

La huida.

Cuando oyó la fatídica frase,
cerró los ojos.
Sabía que esa había sido
su sentencia de muerte.
Cuando los volvió a abrir,
se encontró a sí misma
haciendo las maletas.
Lentamente, sin ninguna prisa.
Esta vez no iba a fugarse con lo puesto,
arrasando los cajones.
Esta vez, se iba de verdad.
Abrió la maleta y la llenó
de recuerdos desordenados.
Tanto buenos, como malos.
Cogió el frasco en el que
había guardado sus lágrimas
y lo observó.
Era curioso.
En toda la vida que habían compartido,
no fue nunca capaz de llorar de alegría.

Al terminar,
cerró la maleta, bajó las escaleras
y la puso en el descansillo,
junto con su ropa.
Él todavía no había llegado,
así que se sentó en la mesa de la cocina,
volvió a sacar su frasco de agua salada
y se preparó un cóctel.
Todo el mundo sabe que
las lágrimas por amor
son las que mejor saben.
Borracha de tristeza,
miró hacia arriba y lo vio apoyado en la puerta.
Se miraron a los ojos.
Supieron al instante que, finalmente,
todo había terminado.
Él no puso excusas,
ella no lloró.
No se echaron nada en cara,
ni se dieron un último beso.
Simplemente,
ella cogió las maletas y salió por la puerta.
Y no se dio la vuelta
para despedirse por última vez,
y él no se quedó quieto
viendo cómo desaparecía en el horizonte.

sábado, 4 de octubre de 2014

El día.

El día que me rompí el corazón,
tú ya no estabas.

El día que me rompí el corazón,
fue un frío día de invierno,
justo cuando más me necesitaba.

El día que me rompí el corazón,
me dije mil y una mentiras
con tal de endulzar la amargura
que suponía perderme.
Me repetí "No es por ti, es por mí, que estoy cansada"
una y otra vez,
hasta que mi boca se ahogó
en el mar que crearon mis ojos.

El día que me rompí el corazón,
que decidí irme porque me había vuelto ajena a mí,
porque era una extraña en mi cuerpo...
Ese día, volví a nacer.
Ese día, me reinventé.